jueves, 5 de marzo de 2015

Regar las matas


El viejo solía, en las mañanas, echarle agua a las matas, era un hombre barrigón, con piernas delgadas, cabello negro teñido, era la persona con más empatía que yo conocía, eso no significaba que la usará con todo el mundo, normalmente la usaba con quienes él quería, así que mi viejo era selectivo y quería mucho a las matas.

Las matas están en mi pequeño balcón de piso negro mate, puestas encima del muro del balcón donde si llueve serían naturalmente regadas, no les conozco el nombre sólo sé que son seres vivos que requieren agua, sol y tierra, nada adicional.

A veces las dejaba sin regar durante dos o tres días y por casualidad papá me hacía la visita, entraba a la casa y las veía allí agonizantes pidiendo agua a gritos, se enfurecía y me decía:

-          ¡Es qué no ves que se están secando las matas!

No sé porque siempre dejaba que sus rabias despertaran las mías y respondía:

"¡Écheles agua usted! ¡En lugar de ponerse a alegar!"

Y echando madres cogía un tarro, lo llenaba de agua en la cocina y les echaba agua de manera desesperada,

-           ¡Si no es por mi deja secar esas matas! ¡Uno no puede ser así!.

Y yo me quedaba en mi sillón como si nadie hubiera dicho nada, pero él tenía razón. El motivo por el cual me había marchado de su lado era que yo quería valerme por mi mismo, eso significaba alimentarme yo mismo, plancharme la ropa yo mismo, comprarme yo mismo el papel higiénico y obviamente entre letras, entre deseos, estaba echarle agua a las matas yo mismo y no dejarlas secar.

Pero no logré hacer los frijoles como él los hacía y tenía razón, es importante aprender a comer bien.

Un día el viejo amaneció muerto en su cama, aún recuerdo la imagen, tal vez no vaya a olvidar la imagen en lo que dure mi vida.

Vinieron mis amigos, vino la familia, empezaron todos los procedimientos litúrgicos y yo lo único que hice fue quedarme sentado en el velorio pensando en que significa la vida, en si sí vamos al cielo o no.

Días pasaron, meses pasaron, he estado muy disciplinado en el asunto de echar agua a las matas, a veces llueve y  me relajo, me quedo en mi sillón leyendo algo tranquilo y para descansar los ojos observo a través de la ventana la lluvia mojar el balcón y las matas.

Los frijoles ya me quedan bien.

Pero hay días de días en los que no me porto bien, en los que me voy o se me olvida o simplemente me da pereza regalar las matas, esos días suele llover y relampaguear.

El viejo desde el cielo suele hacer truenos y enfadado regar mis matas.

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